martes, 3 de mayo de 2011

Nos mudamos a La cabaña de Babeuf

Los integrantes de este Foro nos mudamos al calor del hogar de la cabaña de Babeuf, que nos acoge para seguir reivindicando más cómodamente la, todavía pendiente, refundación republicana de la izquierda.

Allí nos vemos.

La cabaña de Babeuf http://republicadelosiguales.blogspot.com

jueves, 2 de diciembre de 2010

Elecciones en Cataluña.Por qué he votado en blanco

Elecciones en Cataluña
Por qué he votado en blanco


Joaquín Miras Albarrán
Rebelión




Deseo escribir en primera persona, porque tengo en cuenta un determinado reproche que en una reunión a la que asistí, se nos hizo en general a los que participábamos: que no revelábamos ni publicitábamos nuestras intenciones de voto. No siento necesidad de hacer proselitismo a nadie sobre cómo debe votar; el voto de cada uno está en relación con razones hondas y no se cambia así como así, sino que, en todo caso, y tras la experiencia, se abre uno a la reflexión; pero sí creo justo que entre los que nos conocemos desde “toda la vida” y formamos parte de lo que queda de los restos del naufragio –ni tan siquiera “balsa de la Medusa” por desgracia- no nos ocultemos nuestras ideas.
Comienzo pues diciendo que yo voto en blanco desde el Referéndum sobre el nuevo estatuto de autonomía para Catalunya, porque me harté de que la izquierda asumiera la ideología de la derecha y burlara lo que es verdaderamente soberanía: mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, aumentar su verdadera capacidad de incidencia política en la realidad social, etc, -crear las bases populares de una realidad social catalana organizada y movilizada… exigiera ésta luego lo que exigiese-, y que tratara de hacer mediante este subterfugio del salto adelante institucional, lo típico de la derecha que consiste en agitar el identitarismo, para tratar de perpetuarse en las instituciones, tal como había hecho CIU, durante 20 años. El experimento, ya cadáver, muestra que salió el tiro por la culata. Las fuerzas que se dicen de izquierda y representantes de los sectores populares son derrotadas en medio del desinterés, de la decepción de la gente. En fin, yo viví así aquello, y desde entonces voto en blanco y a la espera de que algo que valga la pena me lleve a votar en positivo.

Qué esperaría yo de una candidatura de izquierdas. Una previa: con toda probabilidad, el hecho de que desde diversos barrios, localidades, etc lleguen voces que expresan el deseo de que haya una lista electoral de izquierdas, nueva, y además “diferente”, y en la medida que estas voces son expresión popular, y no simple eco de la opinión de grupúsculos políticos “resto de naufragio”, con o sin internacional, o de jóvenes promesas de una nueva clase política futura, esto es señal de que se hace necesario ya comenzar a dar cumplimiento a ese desideratum.

Cómo debería configurarse, en mi opinión. Creo que un proyecto de ese tipo debería tener un cometido prioritario, el de ser ayuda a la organización, a la creación, de verdad “desde abajo”, paciente, de un movimiento popular incipiente: con raíces locales, barriales, incluso de calle ( o de parroquia, cuando así sea, o de escalera de vecinos si a mano viene) si es posible, con implantación fija, etc. Esto es, una organización popular con microfundamentos sólidos, estables, cuyas formas concretas no cabe diseñar a priori desde ningún estado mayor; se trata de aprender de lo que se hace, de lo que surge aquí y allí, -y que está ocurriendo ya- y de potenciarlo, extenderlo, etc. “Popular” y “movimiento”. Esto es, “popular” o “demos”; por lo tanto, la democracia: el movimiento de la democracia que trata de ser instrumento de soberanía popular –si se quiere hablar de soberanía en Catalunya, esta es la cosa; o: como dirían nuestros padres de veras, hic Rodhus, hic salta-.

Un movimiento de este tipo ha de servir para una doble finalidad inseparable en la práctica. Primero, ha de permitir la autoorganización de “nosotros”, los individuos de las clases subalternas, para actuar: para generar capacidad de control sobre la propia acción, o lo que es lo mismo, para generar Poder. En segundo lugar, ha de posibilitar la tarea de autoilustrarnos. Porque la Ilustración no “te la dan”; por el contrario, es uno mismo quien se autoilustra. Sapere aude, ten la audacia de pensar, sin el médico que te dice cómo vivir, y el maestro espiritual que te dice cómo has de obrar, y el jefe político que te dice qué debes hacer, -discursos que se resumen siempre en la exhortación imperativa a que confiemos ciegamente en ellos-. Salir, en una palabra, de la minoría de edad, como propone el texto clásico, y para eso todos estamos suficientemente dotados y capacitados intelectualmente.

¿Cómo podría una candidatura ayudar a este cometido, colaborar al desarrollo de una movilización estable, ser instrumento de su impulso? Creo que las ideas y principios de esa venerable tradición que es la democracia, que se ha ido reinventando una y otra vez a sí misma a partir de la inspiración en un patrimonio histórico común preservado y transmitido, cada vez que ha surgido en Europa un movimiento popular, posee suficiente bagaje ya creado. En concreto estoy pensando en la asamblea y en el sorteo, que son los dos elementos clave de la democracia desde Grecia. Un candidatura que hubiese salido –esto es; una candidatura que pueda llegar a salir, en 2 o en 6 años- de una asamblea compuesta por individuos pertenecientes a asociaciones vecinales, a organismos barriales a asociaciones deportivas y recreativas, a comités de empresa, etc, esto es, de gente real, de vida real. Una asamblea que se constituyese en instrumento de creación y control permanente de una posible lista electoral, y que eligiese tanto sus órganos de coordinación internos como las listas electorales mediante el sorteo, podría ser de gran utilidad en este sentido. En primer lugar por ser elemento fundamental de autoilustración, y un escándalo que impone parón y reflexión sobre cómo se hace y qué es en verdad la política que hay. Es decir el sorteo es ya en sí mismo, un elemento que de verdad obliga a la autoeducación, que incita a intervenir en las deliberaciones, que da medida de que lo que uno –cada cual, no importa quién- expresa en público sí es importante, y que uno debe ilustrarse. Este expediente electivo, que nos convierte a todos realmente en iguales, garantiza además que el movimiento que emerja sea siempre, de veras, democrático, y no quede parasitado por caudillos, infeudado a personas, a caciques locales. Este instrumento es fundamental y debe ser sostenido como elemento innegociable y “para siempre”. Este expediente no declara iguales todas las opiniones; sólo dice que el que sepa más lo demuestre convenciéndonos a todos de la bondad de lo que dice, y una vez nos haya convencido, ya lo interpretaremos los demás, lo elaboraremos en debate público, y luego, aquel que por azar reciba la responsabilidad de ser portavoz de esa opinión pública deliberada, sabrá representarlo

En segundo lugar, este instrumento ayuda a superar el estado de radical desconfianza que existe entre quienes somos de izquierda y tenemos ojos en la cara y dos dedos de frente: porque ya estamos hartos de que se hagan con el santo y la limosna personas que aspiran a ser clase política, y sabemos que eso se da una y otra vez. Que algo que en la tradición res publicana era considerado alta traición, y castigado con la muerte –que el representante se prevalga de su cargo como si fuese su cortijo y haga, diga y vote lo que quiera en contra de la voluntad de sus electores- sea hoy la norma “totalitaria” y sin excepción en la política es algo que clama al cielo y que todos sabemos que pasa. Es precisamente lo que hace que la izquierda haya sido aniquilada. El sorteo, la dependencia de la candidatura respecto de la asamblea –la firma de cartas de dimisión del cargo electo con fecha en blanco – da la posibilidad de que gentes de lugares diversos, que no se conocen y que poseen una experiencia de infidelidades y traiciones por parte de los políticos que se decían sus representantes que generan inseguridad y recelos, puedan confiar mutuamente en ellos; la democracia es la medicina.

Además el proceso de formación de esa lista, el trabajo electoral democrático, basado en deliberaciones, en el sorteos, etc, una vez terminado el proceso electivo, habría dejado un poso de nuevas bases organizativas creadas, de cimientos nuevos de tejido social; habría servido para hacer crecer, de veras, otro poco, el propio movimiento estable.

Precisamente por todo esto, creo que des de baix no es, no podía ser un fermento de este tipo. Y esto por una doble razón que es simplemente la consecuencia de la doble razón que acabo de exponer.

En primer lugar porque está sometida a la dinámica endemoniada del acuerdo cupular entre las direcciones de los pequeños grupúsculos que dan vida a la candidatura. Des de baix es, en realidad, no una experiencia “desde abajo”, sino una creación cupular fraguada por acuerdo de diversos grupúsculos políticos, Revolta global, Corriente Roja, Lucha internacionalista. Está sometida a los acuerdos y equilibrios de los mismos entre sí. Es decir, en lo que hace a sus fundamentos organizativos, o características organizativas de partida, es un proyecto que no solo no va en la dirección que yo creo necesaria, sino que, surge del mismo tipo de crisol que otros proyectos con los que compite, pero de los que, por su forma de estar constituida, no se diferencia: ICV, IU, EUiA –y aún otras pequeñas candidaturas electorales-. Y precisamente por esa forma de estar organizados, no solo no ayudan a avanzar en la organización popular, sino que la bloquean, ciegan la posibilidad de su existencia, reproducen el desconcierto y el desaliento que generan los sectarismos

En segundo lugar por el tipo de programa que ha elaborado des de baix, y que el lector puede encontrar en la red en forma de manifiesto. El resumen del mismo, expresado en una frase del documento es: “Una Catalunya anticapitalista, sobirana, ecologista, feminista, antirracista i internacionalista”.

En principio lo que parece haberse pretendido con esta retahíla de términos es hacer una demostración de firmeza ideológica.

Sucede que estas palabras que aparentemente son estruendosas, carecen de sentido actualmente para la mayoría inmensa de los trabajadores, de los autónomos, de los pequeños propietarios y tenderos, de los pequeños empresarios, etc., sean mujeres u hombres. Es decir, es una fraseología huera para la inmensa mayoría de las personas a las que la candidatura, oficialmente, pretende interpelar. Basta con salirse una miaja de la relación endogámica entre militantes de grupos de izquierda para percatarse de que esas consignas carecen de enganche con las experiencias, las preocupaciones, los padecimientos enormes, reales, de las gentes. En realidad es este un fraseo radical, -eso sí, mucho-, que tiene una doble finalidad real: desarrollar empatía lingüística con la cultura de los antiguos restos de serie de las viejas militancias, tales como yo mismo, y servir como banderín de enganche para jóvenes airados. Lo hayan hecho aposta, o no, sus creadores, éste es un discurso inmediatista que pretende trincar voto en esos ámbitos, que se desenvuelve, por lo tanto, en el cortoplacismo electoral y punto. Un nuevo electoralismo más. Es también un discurso fracasado porque entre muchos de mi edad y experiencia cultural está ya muy arraigada, se puede decir ahora que ya de antiguo y por experiencias vividas en carne propia que, contra toda evidencia empírica, en política “el papel lo aguanta todo”; creo que lo propio se podría decir sobre las declaraciones escritas en las páginas electrónicas.

Creo que, por el contrario, un programa político “a la altura de las circunstancias” –eso es lo difícil- debería partir de la experiencia real de la gente común, o sea, de nosotros mismos auto entendidos y auto interpelados por nosotros mismos como gente común, y no de nosotros mismos auto considerados tan solo por nosotros mismos como poseedores de los doctrinas esotéricas y saberes sublimes que lo aclaran todo, lo saben todo, lo pronostican todo; esto es auto interpelados como personas que sabemos no saber y revelamos en esto de veras conocernos a nosotros mismos –al menos “un poco”- tal como lo aconsejan las máximas de la filosofía clásica.

Vuelvo pues al punto anterior. Las gentes tienen –tenemos- preocupaciones de grueso calado. Se abre paso el saber que no va a haber Sanidad pública o que ésta corre gravísimo peligro; el saber del crecimiento verdadero de las listas en la sanidad reducidas sobre el papel –nuevamente, en política el papel lo aguanta todo- por esas luminarias que nos han trajinado desde la Generalitat. El saber del deterioro de las Escuela y la Universidad popular, el saber de la pretensión en marcha de liquidar o reducir a la caricatura las pensiones de vejez, el saber de la prolongación de la jornada laboral. El saber de la falta de empleo, y de que ésta ha venido para quedarse, el saber de los desahucios etc Las preocupaciones por las condiciones de nuestra vida real, y por las de nuestros hijos y su futuro

Creo que una fuerza política que surgiera desde abajo como expresión de la organización popular en desarrollo, debería partir en su reflexión y deliberación de esa realidad recogida en la experiencia de la gente –o sea de nosotros mismos también junto a otros muchos-. Debería también tener en cuenta lo que he escrito sobre la auto autoilustración y recordar que el proyecto político no debe salir de la mente de los técnicos sabios que elaboren programas para la plebe, sino que el programa electoral, como, por lo demás, el resto del programa de acción imprescindible –aún más importante- para un movimiento real de la plebe organizada, del demos, debe salir del debate público y de la constitución de la gente en “Opinión Pública” en sentido estricto del término. Por eso se trataría de abrir paso a la reflexión sobre las condiciones de posibilidad que permitieran a una sociedad política prestar sanidad, escuela, pensiones; crear y distribuir empleo, tener cubiertas las necesidades mínimas en calefacción, agua potable, electricidad, ropa, cultura…Sería necesario solicitar la ayuda de economistas, pero no para que nos hicieran en un decir Jesús un programa político económico más hermoso que un sanluis, con sus enaguas de encaje almidonadas y planchadas, y de paso nos volviesen a explicar una vez más que esta vez , sí, el capitalismo está en las últimas, sino para explicarnos qué es lo que está en relación con la situación actual y cómo se pueden tomar medidas que permitan recuperar soberanía económica. En mi opinión es “el Euro”; esto es: es el proyecto martingala que se ha encubierto con el nombre de “Europa” lo que debe ser abandonado, porque es la versión más acabada y perversa del neoliberalismo. Y ese debería ser el objetivo de lucha. Pero esto requiere de un debate, requiere que los técnicos informen y pongan a nuestro alcance medios para auto ilustrarnos y poder deliberar en público entre todos, y no traten de sustituirnos. Requiere que se explique si va a ser posible nunca jamás volver a este despilfarro de ipods, teléfonos móviles, renovaciones de coches particulares, vacaciones en Cancún etc, y si sostener el consumo ese no resulta incompatible con el disfrute de bienes públicos que nos garantizan la vida buena. Requiere saberse si, una vez un país como España se desenganchase de tal proyecto, habría posibilidades verosímiles de encontrar créditos en alguna parte; porque un país que se salga del euro estará crujido, pero necesitará unas ciertas finanzas; pero un país que se salga del euro es un país que como sociedad habrá declarado, de veras, la guerra de clases a nivel internacional –y “europeo”, a Francia, a Alemania, a Inglaterra- porque eso sí que es abrir la guerra de clases y no el proclamar una retahíla de palabras altisonantes.

Por lo demás, este debate tiene su ritmo. Puedo yo equivocarme mucho, pero tras Irlanda, le tocará probablemente el turno a Portugal; luego a nosotros, -aló España-. Y cuando nos toque no creo que haya aún opinión pública organizada ni preparada para adoptar otras medidas que las que impongan los gobiernos de turno que serán idénticas a las adoptadas por el irlandés ¿O el PSOE o IU están ya en plena agitación al respecto?.

Sobre los socialistas excuso extenderme en argumentaciones, pues ellos han sido creadores, protagonistas del himeneo en el que se engendró esta canallada, y son defensores acérrimos del descarado proyecto neoliberal europeo, forman parte de la Comisión europea, cuentan entre sus miembros conspicuos al actual jefe del FMI Strauss Kahn, sucesor de Rato, etc. Pero entre los lectores que eventualmente puedan sentirse interpelados por este escrito cabe la pregunta ¿Por qué no IU? Me permito una breve respuesta. No hace un mes todavía –o al menos eso le parece a mi memoria- su coordinador general Cayo Lara, que es un hombre honesto, se atrevió a declarar en público que IU debía revisar las alianzas electorales que había sostenido en muchas localidades con el PSOE, que habían acarreado la consecuencia de que IU fuese vista como un apéndice de la otra fuerza, y que asumiese en la práctica el programa neoliberal impuesto por los otros. Puro sentido común. Sopló entonces un potente viento desde el paraíso que se enredó en las alas de nuestro estupefacto ángel bueno empujándole en una fuga hacia adelante, y –cuál no sería el ímpetu de su violenta fuerza divina- no habían pasado cuarenta y ocho horas cuando el coordinador actual matizaba públicamente sus palabras: había sido tan solo un comentario, una reflexión genérica - casi, solo, un hablar por hablar, vaya-. En fin, que, de lo que les ocurre a los tribunos de la plebe cuando se enfrentan con los que comen de la política son buen ejemplo Anguita y Beiras, ambos hermosos tribunos de la plebe de verbo florido, fundidos en el intento de controlar la corrupción política institucional de una clase política desvergonzada y sin principios cuyos intereses particulares son los que rigen sus acciones. Y dejo aquí la digresión.

Solo como consecuencia de todo lo expuesto más arriba a título de posible como escenario político probable de futuro, se darán las condiciones para abrir un debate real general y público, capaz de provocar un terremoto en el mundo político, si es que existen bases intelectuales y deliberaciones ya en marcha, desde luego. Se trata de haber ayudado a crear en el ínterin las bases de un nuevo movimiento popular, el movimiento de la democracia, y de su embrión intelectual, y de haberlo creado no para que pueda servir de masa de choque de una fuerza política, sino para convertirlo en el sujeto político nuevo

Por eso, más que la frase ditirámbica y sonora, el eslogan rotundo, la amalgama de consignas, debemos ayudar a abrirse paso en nuestra cabezas las nuevas ideas, debemos auto ayudarnos a la ilustración organizativamente e intelectualmente.

El programa, repito, deberá ser elaborado por los electores. Jamás en la historia de las elecciones y de la existencia de cámaras de representación –las de los patricios, las de los nobles, las de los burgueses…- el elegido elaboraba el programa, sino que era tan solo el encargado fiduciario del mismo con mandato imperativo. El programa no puede surgir como elaboración deductiva de tipo deontológico, imperativo, desde el saber teórico, desde la pretendida, previa, auto atribuida, auto otorgada y auto preconizada, excelencia intelectual, ya sea ésta excelencia moral o excelencia científica, o una presuntuosa y pretenciosa suma de ambas, que declara sus conclusiones a priori imperativas y excluyentes, y no es otra cosa que fruto arbitrario de la libertad imaginaria del que posee la razón teórica –una “positividad”-. Eso dará siempre el poder a los aristoi, y se contradice con la hermosa idea de la ilustración como sapere aude. Y eso será siempre un tapón al desarrollo de la razón práctica, esto es del pensamiento de todos, de ese pensar desde el que actuamos, trabajamos, vivimos, con el que contribuimos a producir y reproducir el mundo humano, a crear el ethos que nos hominiza. De ese pensar que orienta nuestra actividad y que es el que genera en nosotros la experiencia de vida, a partir de la cual todos podemos reflexionar sobre ella poniendo en obra dentro de nuestras mentes, la práctica de esa reflexión o saber segundo sobre nuestro hacer y nuestro vivir: el filosofar; un filosofar sobre la praxis; la filosofía de la práctica.

Unas personas –nosotros al lado de otros- que se organicen y generen, gracias a ello, posibilidades reales nuevas de acción, desarrollaremos nuevas capacidades reales y nuevas exigencias reales, necesitaremos de saberes nuevos que nos ayuden a reflexionarnos y a saber más del mundo. Y ese es el proceso que debemos aspirar a crear…

…Entre tanto yo he votado nuevamente en blanco: así, mi protesta queda escrita en las inmaculadas alas de los cisnes tan ilustres como Júpiter. Sé que para muchos mi actitud sonará tan cursi como les puede sonar quizá esta frase de Darío; y sin embargo está en el prólogo del libro en el que, entre otros, Darío escribe el poema de denuncia contra Theodore Roosevelt, el tirano imperialista. Porque el blanco del voto, el mío, es un canto de vida y esperanza

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

viernes, 15 de octubre de 2010

Después de la huelga general: construir la alternativa de la izquierda

Después de la huelga general: construir la alternativa de la izquierda


Armando Fernández Steinko y Manolo Monereo Pérez
Rebelión
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=114533&titular=despu%C3%A9s-de-la-huelga-general%3A-construir-la-alternativa-de-la-izquierda-

La Huelga General del 29 de Septiembre ha sido un éxito del movimiento obrero organizado y de la izquierda social si tenemos en cuenta las condiciones de partida. Estas condiciones eran y siguen siendo las siguientes: a) el aumento de la heterogeneidad de las clases subalternas pero también de su predisposición a la lucha; b) el ataque radical y sistemático a los sindicatos y a los derechos sociales de los trabajadores y trabajadoras por parte de la derecha económica y política; c) el aún persistente desprestigio de las grandes organizaciones sindicales entre una parte significativa de la población, sobre todo por su apoyo a Zapatero en los primeros años de la crisis ; d) la debilidad de lo que podríamos llamar la izquierda alternativa, su escasa presencia institucional y su frágil implantación social.
El ataque de los medios de comunicación a la huelga y a los sindicatos que la convocaban ha sido casi unánime. Esto dice mucho sobre la coyuntura política y la correlación de fuerzas que se ha ido configurando desde el estallido de la crisis financiera. Políticamente resulta decisiva en este momento la conformación de una derecha extrema, dura y revanchista que va más allá del Partido Popular, y que tiene como referente a Esperanza Aguirre.

Esta derecha desarrolla una estrategia de masas. Su núcleo argumentativo es la falta de legitimidad histórica de la izquierda social, cultural y política española y por eso no es casual que en el centro de su propuesta esté la revisión del pasado y la disputa sobre la memoria histórica. Tampoco es casual que tenga un acceso privilegiado a los medios de comunicación de masas financiados por los grandes grupos de poder económicos del país y del poder financiero en particular.

En segundo lugar, asistimos a una estrategia ofensiva por parte del PP destinada a provocar un desgaste sistemático del PSOE y a conseguir una mayoría absoluta en ambas cámaras. No hay ninguna duda de que esta derecha apuesta por una estrategia “reaganiana” de confrontación radical y abiertamente neoliberal. Su actitud ante la huelga dice mucho de lo que piensan hacer en el futuro: apoyo nítido y sin fisuras a la patronal y ataque a los sindicatos, desde un punto de vista que considera a los derechos sociales y sindicales obstáculos a superar para la así llamada salida a la crisis.

En tercer lugar, la huelga ha puesto de manifiesto la crisis del zapaterismo que es algo más que el PSOE. Sedujo a una parte sustancial de la izquierda política y social en los años del capitalismo inmobiliario y supo neutralizar el conflicto de clase desde una explícita alianza estratégica con los grandes poderes económico-financieros del país. De todo el entramado creado por el Gobierno y el Psoe, lo único que queda en este momento es la persistencia de su pacto de hierro con la oligarquía financiera, sus relaciones de servidumbre con la jerarquía eclesiástica y con la monarquía borbónica. Se ha acabado convirtiendo en el administrador de sus intereses generales y todas sus políticas van encaminadas a garantizar un trasvase gigantesco, de abajo a arriba, de rentas del trabajo hacia los propietarios del capital financiero, una casta que, literalmente, ha asaltado el Estado apropiándose del los bienes públicos.

La nueva (contra) reforma laboral tiene que ver mucho con todo esto. Su objetivo es debilitar al movimiento sindical y al núcleo central de las clases trabajadoras que le prestan su apoyo, que secundan sus movilizaciones y que representan o pueden llegar representar a sectores muy amplios de la sociedad.

Después de la huelga nada será igual. La sima que se ha abierto entre el gobierno y los sindicatos debería ser duradera y tendrá, presumíblemente, varias consecuencias. La primera afecta a la estrategia de los sindicatos. Es más que probable que el gobierno no negocie los aspectos centrales de su propuesta y a los sindicatos no les quedará otro remedio que cambiar de política con el fin de prepararse para una resistencia sostenida a medio plazo. Es obvio que “la salida neoliberal a la crisis del neoliberalismo” debería ser es incompatible con un sindicalismo honesto, por reformista que este pueda ser, con el pacto constituyente entre capital y trabajo, con las formas de concertación social que han prevalecido casi siempre desde la transición política. Esta es la cuestión clave y los desafíos que pone encima de la mesa son muy grandes.

La segunda consecuencia de esta huelga afecta a la centralidad de la política. Al movimiento obrero no le quedará más remedio que poner en un primer plano su carácter sociopolítico pues una buena parte de la batalla se librará a partir de ahora en el terreno estrictamente político. Esto les obligara a plantearse la difícil cuestión de contribuir, directa o indirectamente, a la construcción de una alternativa de izquierdas a la ofensiva de los poderes económicos y al propio gobierno de Zapatero, una alternativa no meramente electoral, que exige la construcción de una nueva cultura, de nuevos valores, de una nueva forma de estar en el mundo.

Se puede decir por tanto, que la izquierda vive en nuestro país una situación de emergencia. En situaciones así son necesarias ideas claras, convicciones profundas, lucidez estratégica y apuestas personales comprometidas. No es el momento de las pequeñas ambiciones, de las actitudes cobardes y timoratas.

Nos encontramos en un momento fundacional, constituyente. Lo que está en juego es si en este país, en un contexto histórico marcado por la mayor crisis del capitalismo desde los años 30, va a existir o no un referente de izquierdas con vocación de alternativas de sociedad y de poder. No nos debemos equivocar demasiado, en última instancia lo que se dirime es la entera legitimidad del sistema político vigente y su cualidad democrática.

Izquierda Unida ha sabido sortear, mal que bien, una situación difícil. Sin embargo sus principales dirigentes siguen pensando, más allá de las declaraciones de intenciones, que es el referente único y exclusivo del conjunto de la izquierda alternativa. Siguen pensando erróneamente, soñando mundos inexistentes, que todo lo demás que se mueve en la izquierda se nutre de actitudes oportunistas, de espacios políticos marginales y de conspiraciones palaciegas.

La enésima “operación verde” pretende construir un referente homologable con el partido verde europeo olvidando que la cuestión social y el conflicto de clase están en el centro de las preocupaciones ciudadanas. No es una solución a la altura de las circunstancias pues sólo si las cuestiones identitarias son solidarias hacia dentro y hacia fuera de los territorios, sólo si se alejan de un independentismo falsamente neutral en términos de clase, dejarán de alimentar los intereses de las respectivas burguesías nacionales: las reivindicaciones identitarias sólo podrán generar dinámicas emancipatorias si se funden con el rojo. La unión del rojo con el verde y lo identitario no solo es un elemento decisivo de cualquier alternativa de izquierdas, sino que es fundamental para darle a la reconstrucción ecológica de nuestras sociedades y a la configuración plurinacional y federal del Estado una salida realista y solidaria.

En el futuro inmediato probablemente prevalezca la fragmentación, la división y la disputa por un espacio político-electoral que, lejos de ensancharse, más bien tiende a estancarse.

Pero ¿no es absolutamente obvio que existe la necesidad, pero también la oportunidad histórica, de construir un referente alternativo de la izquierda después de una huelga general como la que hemos vivido y dada la crisis de representación por la que atraviesa actualmente una parte importante de la sociedad ante la deriva abiertamente neoliberal del gobierno de Zapatero?

¿Realmente podemos permitirnos seguir con la rutina de siempre y hacer prevalecer de nuevo las lógicas de poder y del reparto de los aparatos en función de unos intereses electorales mezquinos y a corto plazo que poco deberían tener que ver con las tradiciones emancipatatorias de la izquierda?

¿No es posible organizar una plataforma común de las izquierdas del Estado español en torno a un programa antineoliberal, apoyada en el empoderamiento de la ciudadanía, en alianza sincera con los diversos y activos movimientos sociales realmente existentes utilizando las elecciones municipales y autonómicas para darle un impulso decisivo, esta vez si, a la democracia participativa, a la convergencia social, política y cultural de todas las izquierdas alternativas del Estado?

El tiempo apremia.

jueves, 8 de abril de 2010

CONVOCATORIA FORO REPUBLICANO POR LA REFUNDACIÓN DE LA IZQUIERDA

www.iiirepublica.es

refundacion@iiirepublica.es

Izquierda Unida ha decidido apostar por un proceso de refundación de la izquierda. El punto de partida fue el Llamamiento para la Refundación de la Izquierda que se presentó el 28 de Noviembre de 2009. Durante los próximos meses se constituirán foros y mesas por la refundación tanto locales (en ciudades, pueblos, barrios…) como generales por sectores o áreas temáticas.

Dentro de este conjunto de mesas y foros, queremos constituir el Foro Republicano por la Refundación de la Izquierda. Este foro tiene la vocación de contribuir a la refundación de la izquierda desde la propuesta política republicana y en él tienen cabida tanto asociaciones, partidos, ateneos, movimientos y plataformas republicanas como especialmente ciudadanas y ciudadanos que quieran contribuir a la movilización y elaboración programática republicana orientadas a esa refundación de la izquierda. Es decir, nuestro foro pretende servir como espacio de convergencia de los movimientos republicanos existentes y de la ciudadanía republicana no organizada con el objetivo de participar en la refundación de la izquierda política y social.

Para ello nos hemos planteado un itinerario que proponemos de forma abierta. Somos conscientes de la dificultad que tendremos para vernos personas de distintos lugares. Por ello buena parte de la comunicación tendrá lugar por correo electrónico y en la medida de lo posible las personas de ámbitos geográficos cercanos podrán plantearse desarrollar actividades del foro descentralizadas. Tendríamos un primer encuentro el 19 de abril en la sede de la FIM a las 19:30 horas (c/ Alameda, 5, 2º Izda, Madrid) e iríamos a un acto de presentación pública del Foro a nivel estatal hacia finales de mayo en Madrid, sin descartar que también se puedan realizar presentaciones análogas en aquellas otras localidades donde los foros descentralizados hayan tenido lugar. En función de las decisiones que se vayan tomando de forma horizontal y lo más participativa posible iremos a una celebración de un encuentro estatal del Foro Republicano por la Refundación de la Izquierda antes del final de 2010 donde evaluar el camino recorrido y sus conclusiones.

Todo ello es orientativo y está abierto a las propuestas y a las decisiones a las que vayamos llegando. Por ello es muy importante que, si quieres participar, estar al tanto y contribuir a la refundación de la izquierda desde la propuesta republicana te pongas en contacto enviando un correo a refundacion@iiirepublica.es. Asimismo, en la página www.iiirepublica.es iremos volcando las informaciones, textos a debate, convocatorias, propuestas etc. que vayamos elaborando de la forma más democrática y fraternal que podamos.

Tanto la crisis económica como la situación de la izquierda política nos colocan en un momento crucial del que depende buena parte del futuro de la sociedad en su conjunto y de la izquierda en concreto. Es imprescindible la participación de todas las personas que aspiramos a otro modelo político, económico, social y cultural como salida de esa crisis. Ese modelo tiene un nombre: III República. Queremos contribuir a la refundación de la izquierda convergiendo en la elaboración de la propuesta republicana, que va mucho más allá de la sustitución de la monarquía por la elección democrática de un Jefe de Estado. Esa elaboración tiene que contar con la participación de toda la ciudadanía de izquierdas que quiera conformar ese nuevo movimiento político y social a que dará lugar la refundación de la izquierda.

jueves, 19 de noviembre de 2009


MAURIZIO VIROLI
“De la política a la razón de Estado”
La adquisición y transformación del lenguaje político (1250-1600)
Ediciones Akal 2009

Para aquellos que creen necesaria una nueva visión política que dé nueva vida y sirva de fundamento a la izquierda encauzándola por otros caminos distintos a los del discurso liberal dominante, ese libro es clarificador.
Maurizio Viroli, politólogo e historiador de reconocido prestigio internacional, es uno de los pensadores de la teoría política histórica del republicanismo en la línea que atienden grandes teóricos ya clásicos, como Hans Baron, Gordon Wood, John Pocock, Q.Skinner, J.Dunn, Petit, y Viroli mismo.
Viroli realiza aquí una ingente tarea de precisión conceptual para buscar el origen y las diferencias entre las características del republicanismo clásico y los regímenes liberal-democráticos. Esta búsqueda se centra particularmente en uno de los momentos más acentuados del republicanismo histórico: el contexto de las ciudades-estado libres de Italia al inicio del renacimiento. Dentro de este contexto el momento en que la política deja de ser el compromiso por la respublica para ser entendida como razón de Estado o del paso de la política como actividad de la razón pública de todos y para todos a la política como razón de Estado (stato), es decir de razón de alguien o de algunos. De cómo esta razón de Estado que no era considerada como una genuina actividad política pasó a significar la verdadera política hasta nuestros días. De la política concebida republicanamente como autogobierno de los ciudadanos que ocupan los cargos públicos por turnos, a la política como ejercicio de algunos deviniendo instancia de poder ajena a los ciudadanos con su propia razón especializada.
Viroli, por cierto, ya nos había revelado y subrayado fuentes de un patriotismo republicano cuyo contenido cívico clásico está tan lejos de los nacionalismos excluyentes como de oportunistas patriotismos constitucionales. Ahora nos ilustra con una profunda reflexión que lejos de ser una erudición académica tiene consecuencias de igual alcance para la actualidad de la izquierda y las aportaciones republicanas a su redefinición.
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Otras obras de Viroli editadas en España:
.-Dialogo en torno a la Republica.- M. Viroli y N. Bobio. Tusquets Ediciones. Barcelona 2002.
.-La sonrisa de Maquiavelo. Tusquets Ediciones. Barcelona 2002.
.-Republicanisme.(edición en catalán). Angle Editorial. Barcelona 2006
.-El sentido olvidado del patriotismo republicano. Isegoria nº 24. 2001.
.-Por amor a la patria. Acento Ediciones 1997,

martes, 17 de noviembre de 2009

LLAMAMIENTO PARA LA REFUNDACIÓN DE LA IZQUIERDA(http://refundandolaizquierda.net/)


La Izquierda ha sido una esperanza para millones de personas durante décadas. Fue una garantía, y lo sigue siendo, de que otro mundo es posible. Pero la Izquierda viene sufriendo una prolongada erosión que no sólo se refleja en su retroceso electoral. La ciudadanía no participa en las decisiones importantes y el tejido asociativo es cada vez más débil.

Los errores políticos han sido numerosos y no queremos ignorarlos. Pero el neoliberalismo no sólo ha creado una enorme precariedad laboral y destrucción ambiental, no sólo ha alargado el tiempo de trabajo a costa del tiempo reservado a todo lo demás. Además, ha mantenido la división sexual del trabajo obligando a las mujeres a sobrevivir a base de jornadas dobles y triples. Además, ha segmentado a la inmensa mayoría de la ciudadanía, y muy especialmente a las trabajadoras y los trabajadores, fomentado la competencia entre nosotros y nosotras, atomizándonos, transmitiéndonos la sensación, de que somos los únicos y las únicas responsables de los males que aquejan al mundo. De que no hay alternativa al actual orden de cosas.

Pero el neoliberalismo ha entrado en crisis. No ha muerto y hay intentos serios de recomponerlo. Pero sus recetas económicas, su influencia ideológica y su modelo de civilización están a la defensiva.

Esto abre nuevas oportunidades para aquellas y aquellos que creemos en una convivencia más justa y solidaria, en un modelo económico acorde con las necesidades de las personas y del medio ambiente, en la posibilidad y en la necesidad de una sociedad distinta. En algunos países esta situación está produciendo convergencias esperanzadoras entre todas las familias y sensibilidades de la Izquierda, en América Latina está abriendo un nuevo ciclo histórico.

Son procesos complejos en los que se tienen que abordar los desencuentros del pasado, los enfrentamientos entre el reformismo y el anticapitalismo más explícito, entre la cultura de la intervención directa y las formas más institucionales de participación política. Pero son procesos que despiertan esperanzas de un mundo mejor entre sectores amplios de la población.

Ha llegado la hora de poner en marcha este proceso en nuestro país. A pesar de la fragmentación de la Izquierda, del desencanto y de la desmovilización social, el potencial democrático de nuestra sociedad sigue siendo enorme. Debajo de la cáscara institucional y de la cultura política oficial, de la corrupción y la manipulación informativa, existen amplios espacios en los que la solidaridad, los valores de justicia social, de igualdad de género, de honestidad y transparencia siguen siendo innegociables. Muchas personas que pueblan estos espacios realmente creen que es necesario construir un orden social y económico más justo, una civilización más pacífica y cooperativa en el planeta, un sistema de trabajo que dignifique a las personas y no que las destruya. Creen que el colapso ambiental se tiene que abordar de una forma distinta a la que dictan las leyes del interés y de la rentabilidad privadas, que es posible construir una sociedad más igualitaria entre hombres y mujeres. En ellos y en ellas late la convicción de que es necesario crear una sociedad distinta a la capitalista.

El momento es propicio para dar un paso así. El modelo económico y productivo español inaugurado hace varias décadas ha tocado fondo. El paro va a aumentar por tercera vez hasta rozar el 20% de la población activa a pesar de las sucesivas reformas laborales. Es un modelo productivo incompatible con los objetivos que se ha marcado la humanidad para afrontar el cambio climático, con cualquier forma avanzada de justicia social, con la dignificación del trabajo y la eliminación de la dominación del hombre sobre la mujer. Su cultura política, fuertemente bipartidista, alimenta la corrupción y el cohecho. Su modelo económico, basado en la renta financiera e inmobiliaria, nutre el poder de la banca frente al resto de la sociedad, fomenta la cultura del dinero fácil frente al trabajo productivo, la especulación frente al esfuerzo reconocido.

Nos corresponde iniciar un proceso amplio y capilar que permita darle a este deseo y a esta necesidad de cambio una expresión política, cultural y organizativa. Los y las firmantes de este Llamamiento nos comprometemos a trabajar para que todas las personas, organizaciones y grupos activos que nos reclamamos de la Izquierda empecemos a converger en un espacio común de deliberación y aprendizaje colectivo. Nos comprometemos a reunirnos a nivel de barrio, de centro de trabajo, de ciudad, de comarca y mancomunidad, de comunidad autónoma, nacionalidad histórica y también a nivel de todo el Estado. Nos comprometemos a formar foros y mesas territoriales, foros temáticos y sectoriales para la refundación de la Izquierda, espacios en los que pretendemos ponernos de acuerdo sobre cómo abordar los grandes y los pequeños problemas que nos afectan, para intentar solucionarlos e ir definiendo un nuevo proyecto político de tipo federal, republicano, feminista y socialista. Estos espacios tienen que ser plurales, pero tienen que comprometerse con un proyecto solidario en todo el Estado, ser algo más que la suma de organizaciones, de núcleos e iniciativas ya existentes. Tienen que aunar y aprovechar los esfuerzos del pasado, pero también tienen que fomentar las iniciativas innovadoras.

Nuestro objetivo es crear espacios de participación ciudadana dentro y fuera del trabajo, núcleos de poder organizado para que las personas puedan trasladar directamente sus necesidades a las instituciones, a los medios de comunicación, a los centros del poder político local, autonómico y estatal. Nuestro objetivo es mostrarle a toda la sociedad que es posible y que es más efectivo abordar los problemas de forma cooperativa, que no es necesario hacerlo compitiendo y atomizándonos. Nuestro objetivo es que la ciudadanía le arranque espacios a los intereses corruptos y endogámicos, a la lógica insaciable del capital, a los intereses de las empresas multinacionales. Nuestro objetivo es superar las distintas jerarquías que aquejan hoy a la sociedad, incluidas las jerarquías de género sobre las que se sustenta todo tipo de violencia contra las mujeres.

Nos proponemos hacerlo utilizando medios democráticos, denunciando y elaborando soluciones alternativas, creando una nueva cultura republicana en la que lo de todos y lo de todas esté por encima de los intereses excluyentes. Queremos que la ciudadanía participe activamente en este proceso abriendo la perspectiva de una sociedad distinta, más justa y sostenible para nosotras y nosotros así como también para nuestros hijos e hijas, una sociedad en la que realmente se cumplan y hagan cumplir los derechos humanos, incluidos los derechos sociales, para todas y todos los habitantes del planeta. Nuestro objetivo, en definitiva, es que nuestra generación vaya construyendo una sociedad mucho más justa, solidaria y sostenible, una sociedad socialista para el siglo XXI

Madrid, otoño de 2009

Las adhesiones pueden enviarse a:

refundandolaizquierda@gmail.com y

refundacion.social@izquierda-unida.es

viernes, 21 de agosto de 2009

"Un homenaje republicano a la memoria de Tom Paine". Artículo de Gerardo Pisarello en Sin Permiso


Un homenaje republicano a la memoria de Tom Paine
Gerardo Pisarello · · · · ·

“Con sorprendente precocidad para su tiempo, Paine defendió derechos que tardarían siglos en consolidarse y que todavía hoy son reiteradamente vulnerados: la libertad de expresión, de conciencia y de culto; las garantías procesales y penales justas; el derecho de asociación y participación política; los derechos sociales; los derechos de colectivos en situación de vulnerabilidad como las mujeres, los pueblos indios o la población afroamericana; el derecho a la autodeterminación de los pueblos; el derecho a la paz e incluso el derecho de los animales a no recibir tratos crueles innecesarios.”

El pasado mes de junio se cumplió el bicentenario de la muerte del activista inglés Thomas Paine. Agudo polemista, inventor frustrado e infatigable impulsor del republicanismo democrático e internacionalista en el contexto de las grandes revoluciones del siglo XVIII, su figura ha concitado pasiones encontradas. Celebrado por asociaciones populares y organizaciones de trabajadores, ha sido denostado y minimizado por conservadores de toda laya. Este año, la prestigiosa editorial británica de izquierdas, Verso, ha reeditado dos de sus escritos más célebres: Sentido Común (Common Sense) y Derechos del Hombre (Rights of Man), posiblemente el primer alegato moderno a favor de la consagración de derechos humanos civiles, políticos y sociales universales. Al mismo tiempo, un comentarista de Oxford no ha dudado en sostener, al reseñar una reciente biografía escrita por John Keane, que era “amargo y egoísta”, y que “el mundo moderno sería un sitio mejor” si Paine “hubiera permanecido tranquilo en su casa de Thetford”. Hasta Barack Obama ha contribuido a extender la ambigua leyenda que rodea su figura, al citar palabras suyas en su discurso inaugural, pero sin mencionarlo de manera explícita.
A pesar de su deliberada marginación de la historia oficial, la adhesión y el encono suscitados por Paine no son nuevos. A lo largo de los dos últimos siglos, ha sido rescatado, una y otra vez, por librepensadores, socialistas, comunistas y demócratas radicales, en diferentes épocas y lugares. Ha inspirado a escritores como Walt Withman, Herman Melville o Mark Twain, a líderes populares como Thomas Jefferson o el uruguayo José Gervasio Artigas, a activistas como la anarquista Emma Goldman o el preso negro Mumia Abu Jamal, a historiadores como Edward P. Thompson o Eric Hobsbawm, e incluso a cineastas como R. Attenborough o a músicos como Dick Gaughan, quien llegó a dedicarle una balada. Para el pensamiento reaccionario y para no pocos voceros de las clases dominantes, Paine ha sido en cambio la encarnación de todo aquello que detestan y temen. Por eso han intentado presentarlo como un “borracho”, un “arribista”, un “alborotador” o, en palabras del presidente Theodore Roosevelt, inspirador de la “política del garrote” en América Latina en la primera década del siglo XX, un “inmundo ateo”. Claro que no todos han sido igual de toscos. Ronald Reagan, por ejemplo, invocó a Paine en un discurso y, consciente de su prestigio como revolucionario, lo utilizó para justificar su propia “revolución conservadora”.
¿Pero quién es este personaje, que ni siquiera fue un pensador sistemático o un dirigente de primera línea, pero cuya voz sigue resonando en las generaciones actuales? ¿Cómo explicar este recurrente retorno de Paine por encima del olvido y la tergiversación deliberados? Para responder a estos interrogantes, quizás haya que comenzar por mencionar los modestos orígenes del activista inglés. Su padre era un viejo cuáquero, fabricante de corsés, y él mismo realizó varias incursiones frustradas en pequeños negocios para acabar con un puesto de oficial de aduanas. Su formación política no tuvo lugar en altos círculos intelectuales, sino que se forjó a través de lecturas privadas, de una corta experiencia como maestro de escuela y de la asistencia a clubes de debate. Sus orígenes cuáqueros y su propia experiencia vital contribuyeron a que arraigara en Paine un talante racionalista con fuertes implicaciones igualitarias y una espontánea simpatía por la gente de abajo. Uno de los primeros artículos que se le conocen, precisamente, se dirigía a denunciar el aumento del coste de la vida y su impacto en los sectores de menos recursos. “Los ricos, cómodos y prósperos –dejó escrito- pueden pensar que he pintado un escenario inverosímil, pero si descendieran a las regiones de la necesidad, al círculo polar de la pobreza, se encontrarían con que sus opiniones cambian con el clima”.
De haber permanecido en su pueblo natal, es muy probable que Paine, como ha apuntado Hobsbawm, sólo hubiese sido recordado en una alguna extraña tesis doctoral. Una mezcla de causas y azares quiso en cambio que conociera a Benjamin Franklin, cuyos experimentos con la electricidad despertaron su interés y a quien impresionó por la agudeza de sus comentarios. Franklin lo entusiasmó para que emigrara a Norteamérica. A resultas de ello, Paine desembarcó en Filadelfia en 1774, con treinta y siete años. Allí, gracias a las recomendaciones de Franklin, llegó a ser editor de la Pennsylvania Magazine. Desde sus páginas, defendió con audacia una serie de posiciones totalmente minoritarias en aquella época: la condena de la esclavitud, el rechazo de la política británica en la India, la defensa de los derechos de la mujer o la crítica de prácticas aceptadas como el duelo o la crueldad con los animales. A medida que la situación social y política de las colonias fue derivando hacia un creciente enfrentamiento con Inglaterra, el nombre de Paine fue ganando protagonismo. Frente a una mayoría de posiciones críticas pero no rupturistas, como la del propio G. Washington, Paine publicó en 1776 Sentido Común, una encendida y eficaz defensa del derecho a la rebelión y a la independencia. Inmediatamente, el ensayo se convirtió en un impresionante éxito de difusión (precisamente, las palabras citadas por Obama en su discurso inaugural provienen de este escrito).
Tras su fulgurante participación en la lucha contra el imperio británico, Paine pasó de ser un pobre artesano inglés a convertirse en un intelectual ampliamente reconocido. Trabó amistad con Thomas Jefferson, por ejemplo, lo que le permitió contribuir a la redacción de la Declaración de la Independencia de 1776. Paine era un decidido partidario de incorporar una cláusula contra la esclavitud, pero la propuesta fue retirada tras las objeciones de algunos Estados traficantes de esclavos. También participó en la redacción de la Constitución de Pennsylvania del mismo año, considerada uno de los textos más avanzados de la época desde un punto de vista democrático. Cuando la revolución, sin embargo, comenzó a adoptar un giro conservador a resultas de la presión de las nuevas oligarquías agrarias, industriales y financieras que gestionaron la posguerra, Paine comenzó a distanciarse de la arena pública y a refugiarse en algunos de sus proyectos personales favoritos: el diseño de un puente de hierro de un solo arco y la experimentación con un tipo de velas que no echaban humo.
Con el objeto de promocionar sus inventos y la propia revolución, viajó a Inglaterra y Francia. Pero su destino estaba lejos de la ciencia o la diplomacia. A los disparos de Lexington sucedieron los estruendos de la Bastilla, que lo impresionaron vivamente. En respuesta, precisamente, a las diatribas de E. Burke contra la “violencia plebeya” de la revolución francesa y contra los supuestos racionalistas y universalistas que inspiraban los hechos de París, Paine escribió Derechos del Hombre. Allí, valiéndose de su estilo claro y punzante, embestía contra la monarquía y contra los fundamentos aristocráticos del sistema político británico, al tiempo que defendía la superioridad del constitucionalismo republicano y democrático. Pero abogaba, además, por un programa de derechos sociales que asegurara a todos disfrutar de las condiciones materiales para el ejercicio de las libertades públicas. El nuevo escrito tuvo un fuerte impacto en diferentes organizaciones republicanas democráticas inglesas, que lo tomaron como bandera. Al igual que con Sentido Común, Paine les cedió los derechos de autor. La reacción gubernamental, sin embargo, no se hizo esperar: una proclamación real lo declaró culpable del delito de sedición.
Cuando la Inglaterra monárquica se abalanzó sobre Paine, éste encontró cobijo en la Francia revolucionaria. Su desconocimiento del francés y los contactos hechos desde América contribuyeron a que se vinculara con el círculo de los moderados girondinos. Junto a Condorcet, fundó una sociedad republicana, ya en 1791. “En razón de mi ansia de honor y dignidad para la especie humana –escribió a Sieyès- del disgusto que profeso al ver a hombres maduros dirigidos como niños; en atención al horror que me inspiran todos los males que la monarquía ha sembrado sobre la tierra: la miseria, las exacciones, las guerras, las masacres con las que ha aplastado a la humanidad; a todo ese infierno, en fin, de la monarquía, yo le he declarado la guerra”. Su relación con el ala jacobina fue controvertida. A pesar de su abierto compromiso con la profundización de la república democrática, receló de una supuesta “razón de estado revolucionaria” construida sobre la justificación de las “manos sucias” y del uso oportunista de la legalidad. Su percepción de que los límites ético-políticos del proceso revolucionario se relajaban le llevó a escribir a G. Danton, en 1793: “He perdido la esperanza de ver cumplido el gran proyecto de la libertad europea. La causa de mi desesperación no reside en la coalición de potencias extranjeras, ni en las intrigas de aristócratas y sacerdotes, sino más bien en el descuido con el que se han llevado los asuntos de la revolución”. Estas diferencias se consolidarían con el juicio a Luis XVI. Contra la opinión de prestigiosos dirigentes republicanos, Paine se opuso a la ejecución del rey y propuso en su lugar que se lo encarcelara para luego desterrarlo a Estados Unidos. Esta posición lo acabaría de enfrentar con los jacobinos, que lo confinaron en la prisión de Luxemburgo, donde permanecería durante casi un año. Al igual que importante figuras como M. Robespierre o J.P. Marat, Paine era un enérgico adversario de la pena de muerte y de la crueldad del sistema penal. Pero pensaba que una actitud así debía informar con igual escrúpulo la actuación revolucionaria. “Una avidez por castigar –razonaría- es siempre peligrosa para la libertad. Ello conduce a los hombres a violentar, malinterpretar y abusar incluso de la mejor de las leyes. Aquel que asegura su propia libertad, debe proteger incluso a su enemigo de la opresión, porque si viola ese deber, establece un precedente que a él mismo llegará”.
A pesar de su encarcelamiento, Paine no renunció a sus convicciones revolucionarias. Con la caída de Robespierre y la reacción termidoriana, fue liberado y readmitido en la Convención. En uno de sus primeros discursos, denunció de modo inapelable el proyecto de Constitución redactado por Danou y Boissy d’Anglas, en el que, entre otras cuestiones, se preveía el voto censitario. “Un país gobernado por los propietarios –dijo en aquella ocasión, ratificando sus convicciones igualitarias- corresponde al orden social; aquel donde gobiernan los no propietarios, al estado natural”. En la línea del republicanismo avanzado de su tiempo, Paine advirtió pronto la tensión existente entre la generalización del acceso a la propiedad y una concepción excluyente de la misma que sólo podía engendrar lujos inadmisibles, violencia y corrupción. “El que utiliza su propiedad económica –escribió- o abusa de la influencia que ésta le confiere para desposeer o robar a otros su propiedad, usa su propiedad pecuniaria como el que emplea armas de fuego, y merece que se la quiten”. Su ideal, en este punto, no era el de un igualitarista radical. Más bien se acercaba al de Rousseau y otros republicanos democráticos: una sociedad sin opulencia ni miseria, libre de desigualdades extremas e integrada por pequeños propietarios independientes, capaces de vivir sin el permiso de otros.
Para concretar estos objetivos, y recuperando las banderas enarboladas por los partidarios de Robespierre, Paine publicó en 1797 un breve panfleto titulado Justicia Agraria (Agrarian Justice). En él retomaba el programa social defendido en Derechos del hombre y le añadía la creación de un fondo nacional que permitiera pagar un ingreso incondicional a toda persona que hubiera cumplido los veintiún años, así como un ingreso extra, anual y permanente, a todas las personas a partir de los cincuenta años. Este ingreso, un temprano antecedente de la actual propuesta de una renta básica de ciudadanía, se justificaba, según Paine, como una compensación a la posibilidad de apropiación privada de un bien común como era la tierra. Y si en Derechos del hombre se defendía la financiación de los derechos sociales a través de un impuesto progresivo a la renta, en Justicia Agraria se proponía sufragar el derecho a un ingreso incondicional a través de un impuesto a la herencia “que permitiera sustraer de la propiedad una parte igual al valor de la herencia natural que ha sido absorbida”.
Rodeado de enemigos entre los partidarios de la monarquía y entre las clases propietarias en general, Paine había abierto otro frente de batalla al publicar, también hacia 1795, La edad de la razón (The Age of Reason) un ácido alegato contra el fundamentalismo religioso y las iglesias institucionalizadas. Desde premisas anticlericales aunque no antirreligiosas, Paine intentaba refutar en palabras sencillas la difundida idea de que la Biblia fuese la palabra de Dios. Asimismo, denunciaba en duros términos la frecuente connivencia entre poder temporal y religioso. “Todas las instituciones nacionales de las iglesias –sostenía- no me parecen otra cosa que invenciones humanas establecidas para aterrorizar y esclavizar a la humanidad y para monopolizar el poder y el dinero […] Yo no creo en el credo profesado por la Iglesia Judía, por la Iglesia Romana, por la Iglesia Turca, por la Iglesia Protestante, ni por ninguna Iglesia que conozca. Mi mente es mi propia Iglesia”. A pesar de los múltiples ataques y de las acusaciones de ateísmo que le granjearon este tipo de afirmaciones, Paine fue un deísta convencido. Su crítica no provenía del sarcasmo penetrante e individualista que el pensamiento burgués había utilizado para socavar el andamiaje de irracionalidad sobre el que se sostenía el antiguo régimen. Más bien obedecía a un sentido igualitario y fraterno de la religiosidad, libre, eso sí, de supersticiones, y compatible con los avances de la razón y de la ciencia en general. Su actitud no era, en otras palabras, la de un Voltaire, de cuyo espíritu aristocrático por otro lado carecía. Por el contrario, sus ataques nacían de una concepción profundamente humanista y horizontal de la religión, que con las debidas distancias, recuerda en más de un punto a Spinoza.
La extinción de las viejas energías revolucionarias, en cualquier caso, fue erosionando la esperanza inicial de Paine de una expansión de la causa republicano democrática en Europa. Animado por la elección de su amigo Jefferson, emprendió su regreso a Estados Unidos en 1802. Poco tiempo le llevó constatar el sello oligárquico que el desarrollo capitalista había imprimido a la vida política del país a cuya independencia tanto había contribuido. Su obra, vinculada sobre todo a su posición sobre temas religiosos, constituía ahora el caballo de batalla de los sectores federalistas, convertidos en partido político, en sus ataques contra Jefferson. La fama y la gloria de antaño cedieron entonces al progresivo aislamiento político y al empobrecimiento económico. A pesar de ello, Paine no cejó en utilizar el periodismo como trinchera contra los embates conservadores. En 1803, escribió una serie de artículos en los que atacaba a los federalistas y los acusaba de haber favorecido un peligroso proceso de concentración de poder en manos del ejecutivo. Para apuntalar sus argumentos, no dudaba en calificar al último gobierno de Washington y al de J. Adams como auténticos “reinos del terror”.
Su irreverente crítica de los “padres fundadores” acabó por acentuar su marginación social y política. Relegado, hostigado y censurado en los tres países por cuya libertad había luchado, Paine murió una mañana de junio de 1809. Hasta el último momento de su agonía, un grupo de clérigos lo persiguió e intentó sin éxito arrancarle una frase de arrepentimiento o de conversión religiosa. Contra su última voluntad, le fue negado el entierro en campo cuáquero. A su funeral, que transcurrió en su granja de New Rochelle, sólo asistieron, significativamente, una asistenta con su hijo y una dispersa procesión de irlandeses y de afroamericanos que mostraban así su reconocimiento por quien tanto había defendido sus derechos.
El desafortunado final de Paine, en todo caso, no impediría que su vida y sus ideas continuaran recogiendo encendidas adhesiones y enconada oposición en las generaciones subsiguientes. Aunque no fue un pensador erudito ni un gran líder, fue uno de los más geniales cultivadores del panfleto activista y uno de los más grandes periodistas políticos de la historia. Su sarcasmo y su estilo directo e ingenioso fueron dardos hirientes para sus adversarios y fuente de entusiasmo entre su vasto espectro de lectores. La sencillez de sus orígenes y su temperamento cuáquero, su concepción igualitaria de los hombres, el hecho de formar parte de aquéllos para los que escribía, le permitieron llegar allí donde otros pensadores, acaso más finos y originales, no pudieron hacerlo. Con sorprendente precocidad para su tiempo, Paine defendió derechos que tardarían siglos en consolidarse y que todavía hoy son reiteradamente vulnerados: la libertad de expresión, de conciencia y de culto; las garantías procesales y penales justas; el derecho de asociación y participación política; los derechos sociales; los derechos de colectivos en situación de vulnerabilidad como las mujeres, los pueblos indios o la población afroamericana; el derecho a la autodeterminación de los pueblos; el derecho a la paz e incluso el derecho de los animales a no recibir tratos crueles innecesarios.
Su permanente condición de desclasado, de outsider forzado a cargar con su condición de extranjero allí donde le tocó actuar, lo convirtió además en uno de los primeros teóricos y activistas del cosmopolitismo moderno. En su obsesión por completar lo que llamaba “el círculo de la civilización”, impulsó la libertad republicana en los rincones más distantes del planeta. Censuró enérgicamente el colonialismo en Asia, África y América. Abogó a favor de que Inglaterra, “por su felicidad doméstica” y “por la paz en el mundo”, no poseyera “ni un pie cuadrado de tierra fuera de su propia isla”. Apoyó a los revolucionarios irlandeses y protegió a Francisco Miranda, ideólogo de la independencia en América del Sur. En el proyecto de Constitución que redactó junto a Condorcet, incluyó una cláusula que concedía la ciudadanía francesa a todo hombre que hubiera residido un año en la república.
No fue, desde luego, un pacifista en sentido estricto. Frente a las tiranías de distinto signo, justificó la resistencia armada, y él mismo se alistó en el ejército norteamericano para hacer frente a las tropas reales inglesas. Sin embargo, tuvo perfecta consciencia de que las guerras entre naciones sólo se realizaban en beneficio de las distintas Cortes y sus aliados, y sólo podían propagarse, como le recordó al ministro inglés Shelburne, a expensas de “los campesinos, los pequeños comerciantes y los pobres necesitados de Inglaterra”. Su defensa de un horizonte cosmopolita y de una confederación de repúblicas similar a la propuesta por Kant venía, en todo caso, informada por un agudo sentido del realismo: “Si los hombres se permitieran pensar –dejó escrito en Derechos del Hombre- como deben hacerlo los seres racionales, nada podría parecerles más ridículo y absurdo […] que el estar derrochando para construir navíos, llenarlos de hombres y arrastrarlos por el océano con el fin de comprobar cuál de ellos puede hundir al otro más rápidamente. La paz, que no cuesta nada, puede sostenerse con muchas más ventajas que las que reporta cualquier victoria con todos sus gastos. Pero esto, aunque responde al mejor interés de las naciones, no lo hace al de los gobiernos cortesanos, cuya política habitual es maniobrar para conseguir impuestos, cargos y destinos”.
Tom Paine fue un demócrata radical, y por eso, un revolucionario. Hizo suyas, sin hesitar, las indignadas reacciones de quienes, in extremis, recurrían al derecho de resistencia frente a gobiernos despóticos, a los que en último término reputaba responsables de la irrupción de la violencia social. Nada de ello lo llevó a descuidar la relación entre medios y fines. Por el contrario, siempre entendió que el derecho a la revolución no incluía el derecho a prolongar la crueldad ejercida por sus predecesores. Esa convicción de que la lucha por la propia causa no podía convertirse en represalia de facción, le llevó a cuestionar lo que entendió como una deriva represiva de la revolución francesa. Las frustraciones, empero, nunca le hicieron traicionar la causa a la que entregó su vida. Cuando Franklin dijo “donde está la libertad, allí está mi país”, y Paine le respondió “donde no hay libertad, allí está el mío”, distaba mucho de haber improvisado una respuesta ingeniosa. Con una coherencia inquebrantable, este inquieto vástago de un humilde comerciante, que fue sucesivamente corsetero, maestro, empleado subalterno, tabaquero, periodista e inventor, acabaría conquistando, a la vuelta de los siglos, un lugar emblemático en la historia de los forjadores de los derechos humanos. En esa travesía, renunció a aquellos privilegios que lo hubieran alejado de los sectores en cuyo nombre pretendía hablar. Sus éxitos editoriales le podrían haber procurado una vida sin sobresaltos, que le permitiera desarrollar su afición a la física y la mecánica. Sin embargo, fiel a la austeridad republicana que predicó con tanto ardor, lo donó todo a las gestas que la tea de la revolución encendía en distintos recodos del mundo.
A doscientos años de su muerte, muchas de las injusticias y privilegios que rebelaron a Paine persisten, y otros nuevos, posiblemente más feroces, han hecho su entrada en la historia. Tal vez sea ese espectro de recaída en la barbarie, precisamente, lo que hace que su voz siga interpelándonos tanto tiempo después. En ocasión de una reunión celebrada en Londres para celebrar el aniversario de la revolución inglesa de 1688, Paine propuso un memorable brindis “a la salud de la revolución mundial”, convirtiéndose así en una de las voces pioneras del internacionalismo solidario. En un momento en que la crisis económica, social y ecológica que sacude al planeta vuelve a ese internacionalismo más necesario que nunca, rendir un homenaje republicano a la memoria de Tom Paine es acaso una manera de mantener vivo su legado para las generaciones actuales, salvándolo del olvido o de la burda deformación.

Gerardo Pisarello es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona y miembro del Consejo de Redacción de SinPermiso.

Artículo publicado en www.sinpermiso.info

 
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